…el verdadero placer intenso sólo se alcanza cuando se conduce el automóvil propio”,
Dorothy Levitt
Ser independiente, hacer lo que se quiere y vivir de ello, dejar atrás convencionalismos. Vivir y dejar vivir. Hoy, esto parece como un mantra que mujeres de diferentes edades repiten, seguras de sí. Pero, no hay nada nuevo bajo el sol, déjenme comentarles.
Ya en la Inglaterra eduardiana, a principios del siglo XX, una mujer no sólo tomó el control de su vida también el de su automóvil, y así como rompió esquemas lo hizo también con las marcas de velocidad de aquel entonces.
¿Quién es esa niña?
A simple vista, Dorothy Elizabeth Levitt parecía otra señorita frágil, hermosa, adornada con una exquisita vestimenta ad hoc a su época. Se podría decir que lucía un tanto retraída e insegura. Sin embargo, su pasión por la aventura la llevó a ser pionera de varias actividades que no estaban bien vistas todavía por la puritana sociedad inglesa como la conducción, el automovilismo deportivo y la motonáutica; también fue escritora, periodista y participó activamente por la emancipación de las mujeres.
Rompiendo esquemas
Dorothy Elizabeth Levi (después cambiaría su apellido a Levitt) nació en un hogar judío sefardí, su padre era comerciante de té. Antes de dedicarse al automovilismo fue una amazona destacada.
Era una veinteañera cuando conoció al dueño de la prestigiada empresa británica Napier Cars, Selwyn Francis Edge (S.F.E), quien vio en ella el entusiasmo por la velocidad y le aconsejó trabajar para él como secretaria. Fue su mentor y quien en todo momento la apoyó.
La envió a París para que tuviera una capacitación adecuada y de esa manera condujera sus automóviles. Esta relación era vista como una en la que el común denominador era ganar-ganar, ya que promocionaba sus autos y a la vez, ella podía viajar y conocer el mundo.
Cuando regresa a Inglaterra, además de continuar en el deporte motor, les enseña a otras mujeres a conducir. Entre sus alumnas se encontraban, nada más y nada menos que a la Reina Alejandra, a sus hijas y demás gente de la nobleza. Su carrera despegaba en los altos círculos británicos.
Para el año de 1903, Dorothy ya era conocida como una de las mejores pilotos en competencias náuticas, pues ganó la carrera inaugural del Trofeo Internacional Inglés Harmsworth, en Irlanda; en ese mismo evento estableció el primer récord mundial en la especialidad de lanchas de motor, obviamente de S.F.E. Viajó a Trouville, Francia, y ganó la Copa Gastón Menier, así como 1, 750 dólares. Tanto el rey Eduardo VII como el gobierno francés, reconocieron su talento.
Pero es en marzo de 1905 cuando se encumbraría aún más, pues establece el récord “el recorrido más largo hecho por una mujer” al conducir un De Dion-Bouton de 8cv de Londres a Liverpool, y de regreso, sin la ayuda de un mecánico, pero acompañada de un testigo oficial, su pomeranian Dodo, y un revólver (siempre recomendó llevar en su bolso, uno). En su diario escribió que hizo el recorrido en dos días, a una velocidad promedio de 20 mph (32.19 km/h) a través del recorrido total de 411 millas (661 km). En el año 1906, supera su propia marca en Blackpool, con lo que es nombrada “la chica más veloz del mundo”.
En 1908 se abre la participación de las mujeres en el circuito de Brooklands, y Dorothy ya tenía grandes trofeos de distintos países de Europa. Sus inseparables autos Napier la habían llevado muy lejos, pero ella quería más, así que en 1909 intenta obtener su licencia de aviación. No la obtiene, sin embargo, ella se dedica también al periodismo automovilístico.
En las palabras de Dorothy
Publica un libro que, hasta la fecha, sigue vendiéndose: La mujer y el automóvil: un manual amigable para todas las mujeres que compiten en automovilismo o desean hacerlo, inspirado en una columna que escribía en el periódico The Graphic. En él se encuentran consejos varios y podríamos decir que fue la precursora de un accesorio que hoy en día es muy importante, ya que menciona: “hay que portar un espejo de mano para levantarlo ocasionalmente y ver lo que hay detrás”. Por ello, puede considerarse como la pionera del uso del espejo retrovisor antes de que éste fuera implementado por los fabricantes de vehículos.
Tanto su libro como su columna describen muy bien su estilo de vida, uno muy distinto al de la mayoría de las mujeres de la era eduardiana en Inglaterra, ya que era independiente, pasaba mucho tiempo con sus amistades, tenía estudios universitarios y sólo era acompañada por su mascota y un par de sirvientes.
Como les comparto, ella fue una mujer audaz, adelantada a su tiempo y a los roles de género impuestos, y por ello su merecido lugar como una de las mujeres de poder al volante.
Espero que les haya gustado esta historia que por ser real, nos emociona a las amantes del deporte motor.
Autora: Carolina Reyes Martínez
Ciudad de México